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Creatividad Libertina

Divagando

Seis años más tarde...

Seis años más tarde...

Y pue’ na’a. Que me alejé de la red-- y de esta blog-- para vivir entre los vivos, para ser y estar con los de carne, y para, según el de la pluma, dedicarme vrdaderamente a escribir.

Y pues nada. Que en este tiempo, me casé, me mude a infierno tropical (donde ahora escribo), y le subarrendé mis manos a cierta universidad de la que me fui hacía casi seis meses, y que ni las gracias me dieron por casi siete generaciones de alumnos a quienes ayudé--quiero creer-- a formar.

Hoy, tras seis años supuestamente viviendo entre los "vivos", sea por trabajo, sea porque realmente no he dedicado mucho más tiempo a la escritura, del que antes lo hacía-- de hecho es mucho menos-- me zambullo de nuevo en la máscara del Prestidigitador que, ¡Vueltas que da la vida!, ahora parece más guía de turistas, que farsante de carrera.

Aquí estamos, mis heterónimos y yo. Aquí sigue Ella, con su cabello y su voz, a mi lado en ás de un sentido. Aquí estamos todos, y mis manos....

Año Va, uno más, o menos, según se vea.

¡Qué diablos! !Abramos de nuevo el escaparate del libertinaje!

Metrobús all the way...!

Metrobús all the way...!

Siempre he considerado que el Metrobús es una excelente idea, colocada en el sitio más impropio posible. Así ha sido desde hace poco más de medio lustro, y la ocasión del estreno de una nueva línea —la cuarta— me hizo augurar que no sería la excepción.

No sólo eso. Los rumores del trazo tentativo de esta línea, aunado a las constantes protestas de los comercios y habitantes de la zona, me hicieron pensar que la reafirmación de mi impresión acerca de este medo de transporte, no tendría parangón, al menos hasta la inauguración de la siguiente ruta.

Luego de un intento fallido, durante su período de gracia sobre el peaje, los primeros dos días, no había tenido la oportunidad—o el ocio, quizás—de aventurarme en sus recovecos citadinos, a bordo de tan flamantes unidades, todas ellas ostentando la leyenda “Downtown” en su carrocería, y que me hacían remontar a una fugaz y accidentada visita a la Unión Americana, hacía poco más de un año.

Así, armado con mi tarjeta de pago, y mucho tiempo de sobra, abordé en la terminal uno de los vehículos.  Cuan equivocado estaba…

Estimado lector, lo primero que debe considerar sobre esta línea, es la actitud que debe de adoptar mientras haga uso de su infraestructura. Está usted a bordo de una unidad híbrida, totalmente automatizada y en constante monitoreo por las autoridades—las cuales, según refiere uno de los choferes, muy pronto estarán al tanto de sus movimientos, en cuanto resuelvan cómo conectar las cámaras a un hipotético puesto central de control—, rodeado de cómodos asientos, estratégicamente dispuestos para que usted, su usuario, olvide todo lo aprendido respecto a los ineficientes transportes públicos superficiales a los que los habitantes de esta ciudad nos hemos dolorosamente habituado.

En su interior no hallará malos modos por parte de su operador—aunque no le indique que, si ya pasó su tarjeta por los torniquetes, no lo haga de nuevo por el lector a bordo, so pena de ser cobrado doble— y será orientado oportunamente por un insigne representante del órden—o dos, según la suerte con la que corra usted— sobre cualquier inquietud que le surja a lo largo de su estancia. Dicho sea de paso, recuerde que precisamente eso, su estancia, será larga. No importa que otros medios, como el Metro, recorran la misma distancia en la cuarta parte del tiempo. No haga odiosas comparaciones con transportes tercermundistas, aglomerados—quiero pensar que la Semana Mayor no sesgó mi impresión sobre la afluencia de pasajeros, claro está— y tintos en aromas muy humanos. Las unidades cuentan con aire acondicionado, guardabultos y, si lo desea, podrá cómodamente charlar con el usuario que estará frente a usted, pues muchos de los contados asientos que posee, se encuentran careados. No habrá excusa para que muestre mala cara a sus semejantes mas, si considera aún no estar listo para enfrentar los embates de la modernidad, puede volver la vista hacia el exterior por las espaciosas y resistentes—dicho esto último con conocimiento de causa, pues ni una turba de púberes armados con trozos de tabiques, piedras y grava, la cual atacó con avidez un costado de la unidad en el que iba, poco antes de arribar a la estación “Mixcalco”, pudo lograr un cristal roto; y ¡vaya que lo intentaron! —vidrieras con las que podrá apreciar, como en un aparador, la populosa actividad de las zonas más animadas de nuestra querida ciudad. Como dije anteriormente, no hay excusa, mi estimado lector. La línea cuatro del Metrobús logra, más que ninguna otra, una sensación de relajación, seguridad y vanaglorio en sus usuarios tal, que de pronto me sentí trasplantado a esos centros urbanos europeos que no conozco en absoluto o, de menos,  a los recorridos turísticos por la ciudad de Puebla de los Ángeles, a lomo de la versión local del Turibús—primo lejano del sistema de transporte que ahora me huelga a escribir; probablemente pariente acomodado de la misma familia de vehículos—, al tiempo que me deleité con las miradas aprehensivas de locatarios y transeúntes por igual, quienes aún guardan su distancia ante tales muestras de vanguardia.

Mas si esto no fuese suficiente para arengar su interés por visitar la línea 4 y sus pintorescas estaciones—las cuales, algunas, son envidia de cualquier diseño minimalista, al prescindir incluso de la estación misma—, es mi deber acotar dos aspectos más que hacen de este recorrido, una experiencia digna de vivirse; un must see, haciendo eco del anglicismo con el que se autodenomina la ruta, para el ciudadano sibarita.

La primera de éstas es la opción de elegir, dependiendo de su estado de ánimo, entre dos rutas alternas—no se exalte si abordó e ignora cuál ruta recorre. Tarde o temprano, como el hijo pródigo, la unidad volverá a una u otra terminal—, que visitan polos opuestos del Centro Histérico de la Ciudad de México. No se preocupe por la seguridad en el trayecto. Es bien sabido que las leyendas urbanas no son más que eso, pero por si este pensamiento no le conforta, una legión de policías y patrullas—63 oficiales, y 8 patrullas, contados a lo largo del recorrido de vuelta—lo salvaguardarán de cualquier facineroso que intente reclamar su potestad sobre el trazo de la ruta. Este regimiento, aunado a los oficiales a bordo de las unidades—quienes, a falta de un arma, emplearán sus dotes negociadores para exhortar a cualquier amenaza de desistir—le harán sentir, como al que escribe, que no habrá tramo más seguro de la ciudad, que aquél que, decían sus detractores, era el más peligroso y conflictivo imaginable. Esto fue, viendo el resultado, meras calumnias e intentos pueriles por intentar privarle a usted, amable usuario, de una experiencia imperdible.

La última razón es —y debo confesar mi sorpresa al descubrirlo— una peculiaridad en el trazo que me ha obligado esta noche a tomar un momento y componer la presente estampa del Metrobús. Tómelo como una confidencia, mi estimado, pero a lo largo de la ruta B—la sur—tendrá una pequeña muestra, cuidadosamente seleccionada para todo gusto y bolsillo, de cuatro de las más representativas zonas de comercio sexual que pervive en los alrededores de nuestro primer cuadro—personalmente siento que pudo hacerse un retruécano en la ruta, similar a la vuelta olímpica por el Monumento a la Revolución, para visitar las calles de Sullivan, pero quizás habría sido pretencioso—de nuestro terruño. Desde la comodidad de la unidad, podrá evaluar sus opciones y elecciones. Tome su tiempo; una prudencial velocidad de 15 km/h resulta perfecta para que no apresure su decisión.

Cuán sabias han sido las mentes que dieron origen a tan singular ingenio. Cuánta opulencia y despliegue de recursos públicos, para asegurar un recorrido inolvidable. Pero, sobretodo, cuánto conocimiento de las pasiones humanas, por parte de quienes trazaron su ruta.

Esos han sido, sin más, los pormenores de éste, mi primer viaje por la línea 4 del Metrobús en la Muy Noble y Muy Leal y Imperial Ciudad de México. Sirva esta estampa como un testimonio fiel de lo vivido por el que escribe, y una cándida invitación a quienes leen, de ser partícipes de este concierto de experiencias…

 

Nota de la fotografía: Foto cortesía de "El Universal". Nótese la agilidad con la que, cual gacela, este magnífico ejemplar ejecuta sus evoluciones por los meandros del Centro Histérico.

2012:Game Over!! (Año va...)

2012:Game Over!! (Año va...)

Es la víspera de un año que inicia. Las horas más expectantes en nuestra frívola sociedad, que culminan en la catarsis del conteo regresivo que anticipa la bienvenida a un nuevo año. “Feliz Año!” “Albricias, Bendiciones—y excesos, ¡cómo no!—y mucho Amor…”

Así es la llegada de un nuevo año. El referendo del ciclo, el siguiente round, el segundo aire. Todos ellos símbolo de una nueva oportunidad. Sólo que esté es el 2012. El infausto año en el que el mundo acabará, según los más doctos esoteristas y falsos profetas. Así que debemos prestar atención y tener ello en cuenta hoy, esta noche. Al deglutir cada una de las doce uvas. El mundo se acaba, se nos escapa; se diluye entre los días, y cada campanada no es sino la muestra de que el Réquiem está aquí, entre nosotros…!Cuán grandiosa noticia!

 

El Mundo se acaba, amigos míos. Lo hace a cada segundo, desde el momento mismo en el que comenzó. Nada nuevo nos depara el rebuscar y adjudicarle fechas falsas de caducidad a este planeta. Que si Dios, o el Gran Colisionador de Hadrones, ya hubieran resuelto terminar con esto, la cosa habría sido menos parsimoniosa.  Feliz 2012. Feliz Fin del Mundo.

 

Es la víspera de un año nuevo. La recta final hacia este nuevo giro solar y, llenos de anhelos y angustias. Con la nostalgia y la emoción entremezcladas, acuñamos propósitos que  luego se disuelven. Por ello comparto con ustedes unos cuantos augurios de mi parte para este, el Año del Fin del Mundo:

 

Que este año que inicia te traiga tiempo, mi hermano.

Que no dure sino lo necesario, lo esencial.

Que además, a cada cual, nos regale un calendario,

Con 366 días, no menos, no más.

 

Que el reloj no te apabulle, ni a mí me desespere,

Que los días duren lo justo, y las noches lo cabal.

Que al final, si aquella vana profecía se cumpliese

Con lo justo, lo a profundidad vivido bastará.

 

Que este año, sea el del Fin, el del Inicio y el Ahora

Que transites por sus hojas con ánimo y libertad

Que sólo hace falta tiempo—y emplearlo a toda hora—

Con nuestro mundo girando a cuestas, hasta el final.

 

Feliz inicio de año a todos ustedes. Por mi parte, acabado el ritual, continuaré con mi labor creativa, esperando les sea igual de provechoso y gratificante éste, 2012.

 

Feliz Fin del Mundo!!!

#Occupy, #Annon, #M.L....?

#Occupy, #Annon, #M.L....?

Mientras escribo estas líneas, a miles de kilómetros de mí, la policía de Nueva York cerca el campamento del colectivo autodenominado Ocupy Wall Street. Asimismo, se cumplen veinticuatro horas de que otro fenómeno de persona colectiva realizara una operación de protesta informática, ésta última aderezada con sustracción de información contenida en servidores, por parte del grupo Anonymous.

 

Lejanos escenarios en el plano físico, aún más distantes de mi prosa usual. Sin embargo, estos años de silencio, de reflexión y, sobretodo, de renegar contra mi Status Quo (no sin antes que éste renegara de mí, claro está), terminaron por sacar a relucir que éste no era sino la última ilusión que este tonto mago no daba por notar.

 

Tal descubrimiento, el asumir que no hay ceñidor, mas que el personal, me han quitado un gran peso de encima, pero también me huelgan a mirar hacia las llamadas "causas" con un poco más de seriedad que antaño.

 

En este punto es posible que el lector se pregunte si toda aquella perorata en los años prístinos de la Mascarada Libertina, no contemplaba este horizonte o, peor aún, hacía caso omiso del mismo, con la única finalidad de parecer inamovible.

 

De hecho, responder esa pregunta me ha costado más de un dolor de estómago (que parece ser la parte más sensible de mi cuerpo, en estos días de café y tabaco), y no podría, sin desplegar una cortina de  tediosas justificaciones, exponer los tumbos que este movimiento ha pasado en estos años de aparente silencio.

La respuesta breve, para fines de esta entrada, sería: “sí, pero no del todo”

 

En otra ocasión ahondaré un poco mas en aquellos avatares, mas no deseo desviar ahora la atención de los tópicos que dan título a mis letras este día.

 

Hacía no mucho, escuchar de colectividades como estas dos vertientes, no habría causado gran impacto en mí. No es el primero, ni será el último episodio en la Historia de la Humanidad, que un grupo de personas se apoltronen entre sí, para quejarse del Leviatán, y gritar consignas hacia él. No obstante, estos días me ha invadido un genuino interés por conocer las entrañas ideológicas de ese ser llamado Anonymous, y me ha resultado una afrenta revisar los reportes de presuntas armas sónicas en NYC. Ese no era el que escribía una ventosa tarde de agosto de 2008, sin embargo lo es ahora, y no puedo sino asumir que algo ha cambiado. Un retruécano en mis entrañas (quizás la causa de mi úlcera) dejó de susurrar, para exigirle al prestidigitador que hiciera una pausa en su rutina, que no era otra sino la que ya conocía con premeditación. Que no era diferente del ímpetu que se siente cuando una idea genial llega de súbito, pero de la cual sólo se conocen algunos destellos. Que no tuvo la madurez que su fundador exigía, porque carecía de tierra dónde asentarse.

Esta noche no vengo a hablar sobre Los Inconformes. No pretendo hacer apología de Anonymous, ni respaldar las consignas frente al becerro de oro, allende las fronteras.

Diré que entiendo los motivos, que comparto la desazón de años, y que si otro fuese mi destino, elevaría una pancarta, o teclearía las coordenadas dentro de un “Ion Cannon” Todas estas expresiones me parecen insignes, pero ajenas a mi camino, todavía. La senda del mago es por entre los espejos, y ahí he gestado el secreto de mi arte. Aún así, envío con fraternidad mi apoyo personal a aquellos idealistas contemporáneos, que empuñan las redes sociales y los proxies y con la misma fuerza que yo lo hago con la pluma. Mi más sincero reconocimiento a ellos.

 

Una turbulenta madrugada de noviembre, en la colectividad de una habitación con Internet…

Nueva época

Nueva época

Cosa extraordinaria sucedió el día de hoy, amabilísimo y muy desatendido lector.

Tras una sublime pelea de box, de la cual no deseo traer a colación su infame  resultado, me doy cuenta que un viejo amigo me había enviado desde hacía un tiempo una invitación para colaborar en como redactor de su blog.

Yo, atribulado por ni siquiera poder tener decentemente este espacio personal, no supe cómo declinar, sin mencionar que ese otro sitio pretende abordar, en su nueva edición, un aspecto que me resulta tan lisonjero como provocador.

La blog en cuestión, "Toritos Culturales" es, según me refería en esta carta, un espacio de discusión que, en un principio, versaba sobre la arqueología, museos y las malogradas políticas culturales en este país donde actualmente paso mis tardes cafeteras; no así, varios sucesos en su vida lo terminaron por encausar más hacia el arte, específicamente hablando, al mercado del arte. ¡Menuda cosa!

Nunca he sido partidario de este perverso juego entre coleccionistas, galeros y artistas depredados. En parte porque mis primeras experiencias con profesionales de la especulación artística no fueron nada gratas. No obstante, los años de conocer a mi buen amigo me han hecho reflexionar sobre la posibilidad de crear un cambio en esta situación. Después de todo, ¿Qué galero de mala monta permitiría que un contestatario confeso, como lo es un servidor, publique rampante su perorata? (¡Me refiere que no tendré censura!)

Tras una breve, pero prolífica charla digital, me ha convencido de probar suerte en estos lugares. Mas no podía dejar de lado a éste, el que fue mi rincón bohemio durante los primeros años de la Mascarada Libertina, y que dejé tristemente olvidado luego de algunos desencuentros con un par de mis correligionarios.

De esta forma, anuncio, amable lector, no sólo mi regreso a las candilejas libertinas de la Internet mediante este espacio, sino también lo que serán mis primeras experiencias como crítico del arte colgado en el muro blanco.

Agradezco a mi amigo por su gentileza, y usted, lector anónimo, por la paciencia en este último año. Procuraré no defraudar a ninguno de los dos, o en su defecto, hacerlo de manera grácil y estética...

No Title 1

Me convenzo cada vez más que vivo los estragos provocados por el eco de una vida pasada, que ahora tan sólo puede verse como un recuerdo opaco y dudoso, dentro de los cotidianos desvaríos de mi cabeza.

Alucinación o deseo reprimido, al final estos déjâ vu terminan por sumirme en un cada vez mayor estado de confusión, tan enervante y adictivo para un servidor, que no distingo claramente si debiera preocuparme por mi obstinación a cada acceso de locura, o la aprehensión que guardo entre los períodos supuestamente lúcidos de mi ser.

Entre sueños, miro al fondo de una existencia que reconozco como propia, pero que jamás, ni en el más tangente de los argumentos hilvanados a lo largo de mi carrera como prestidigitador de letras, podría tenerme como protagonista de tan mundanos y plausibles acontecimientos.

El olor a humedad en una mañana fría y brumosa, rodeado de paredes de madera en extraño ángulo oblicuo al suelo, y una taza de café aromático inundando los alrededores de una silla de metal y resina color verde, donde descansan mis delgadas y descalzas piernas femeninas. No logro encadenar dicha anécdota dentro del discurso de mi vida, pero sé que ha sucedido, Motivo de mi alarma.

La mirada perdida en torno a una plaza de colores ocres, con algunos toques cítricos en el ambiente aderezando la incomodidad de una silla poco ergonómica, mientras un conocido charla animoso sobre tal o cual proyecto literario en puerta, y yo miro aquel juguete desgastado entre mis no menos viejas manos. suena a mi estilo, y lo sé, mas la edad de mi cuerpo me traiciona.

¿Acaso he sido ahora bendecido con el don de la segunda vista? ¿Será que mi mente se ha sintonizado con las emisoras del pasado y el futuro al mismo tiempo, y tanto me muestra la programación de un tiempo perdido--probablemente a principios de los setenta-- así como los próximos estrenos en la marquesina personal -quizás dentro de unos veinte años-?

Me parece maravilloso, sublime acaso, el mirar hacia estos atisbos de mis reinvenciones, y sentir ese dejo de perturbación frente a lo inexplicable. La maravilla individual consiste en engañar, de tal forma, que ni yo mismo sé si todo esto, cada idea y adjetivo, cada golpe de tecla en el éter informático, será real, o simplemente un nuevo juego literario para confundir a quien se deje, en esta caravana de disfraces y relatos....

 

Año va.... 2009.

Otra vuelta de tuerca. El ritual anual toca a su fin. Tan sólo un cambio de fecha más.


El planeta ha dado un giro más alrededor de su estrella, y sus habitantes se regocijan casi demencialmente por haberle sobrevivido.

Usualmente, el fin de año es fecha de recuentos, exámenes de conciencia, abrazos y recriminaciones entre propios y ajenos, y sé que hacer alguna de estas dinámicas grupales a las que estamos tan acostumbrados, tan sólo sería repetir el esquema. Apelar a lugares comunes en la agenda social, y contradecir mis últimos pronunciamientos.

Sin embargo esta noche, entre oporto y ravioles de muy buen sazón, deseo unirme – al menos un poco- a los usos y costumbres. Un último homenaje en este año del Ridículo que muere por decreto a la medianoche.

Un año que no pasó en vano sobre de mí. Que dejó claras huellas de su existencia en cuerpo y alma; quizás no tan visibles ni fatales como podría sonar la frase, pero no por eso menos importantes.

Un año en el que siento por vez primera el guiño de la vejez sobre mi estampa; en el que, no lo negaré, hubo de todo. Que cumplió expectativas y clichés de “Salud, Dinero y Amor”

Salud, que la hubo, de no ser por esta gripa que hoy también parece despedirse. Dinero que fluyo, y que como vino, ya se ha ido. Amor que viví, de manera intermitente y terregosa, pero que ahí estuvo.

No podría, no debería de quejarme entonces esta noche. Esa en la que los malos agüeros se despejan ante el viso de un nuevo porvenir. ¡Cómo si el avanzar del calendario aligerara la carga que se lleva a cuestas, y exculpara los pecados!

Por otro lado, si así fuera, ¿Por qué entonces vivo las festividades sin sentirlas? ¿Por qué mi decepción hacia las instituciones y sus practicantes? Y sobretodo, ¿por qué la maldita soledad, pese a estar rodeado de una celebración?

Algo debió fallar. Quizás no hice bien esos ridículos rituales propiciatorios que se estilan en estas épocas del año. Quizás es que finalmente se cumplió aquella sentencia que me condenaba a hartar a los que me rodean, y ellos a mí. Tal vez sea efecto de la circunstancia, que otrora era mi aliada, y hoy día me da la espalda en respuesta a mis actos.

Al final, es probable que sólo se deba a la sobrevaloración que solía darle a determinadas fechas en mi pasado practicante. La excesiva fe en que una mera vuelta de hoja me mostrase un libro nuevo. Al final, resulta que esto no es sino un día más. Uno que aumenta en progresión la fecha. Año va, año viene. Como lo fue ayer, y como será en el mañana. Lo que importa no es el tiempo, sino las acciones.

 

Feliz 2009 a todos los lectores, sin ánimo de malograr intenciones personales…


Par-Odiando (lado B)

Par-Odiando (lado B)

 

Horas enteras afrontando a la hoja en blanco. Decidí darle provecho al tiempo muerto de este puente judeocristiano, sin embargo la melosa -lo es porque así dejé por años que se arraigara- hipocresía de esta época me impide escribir con mayor claridad. No obstante, en el transcurso de una semana me he dado cuenta de ciertos supuestos que, respecto al fiambre que es el ser humano, deberían de incluirse y ser discutidos para ser incluidos en lo que finalmente semeje a una agenda creativa para este tan desorganizado e inconstante -empezando por su creador, el ilusionista- grupo.

En los próximos días comenzaré a redactar lo necesario, pues ahora el amargo espíritu festivo me ha invadido, y no puedo sino ensimismarme y saborear la depresión. Tan sólo dejo testigo de esto en la imagen que acompaña la entrada de hoy, día de Navidad...