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Creatividad Libertina

Prmer manifiesto de la Mascarada Libertina (1)

Epígrafe.

Hablaré desde mi experiencia personal, a lo argo de poco más de 26 años en esta Tierra, y más de una década de escritor, tiempo en el que me he enfrentado  con multitud de dilemas que, en general, han alimentado –o purgado—la esencia de eso que suelo llamar creatividad.

Como creador, un servidor se ha debido enfrentar de forma permanente con la acción limitante de los entornos social, profesional (determinante para aquellos quienes no optamos empatar la formación con la vocación), familiar, e incluso la de la esfera personal.

Lidiar con la decantación del espíritu creativo se vuelve, en ocasiones, actividad de tiempo completo; situación que, a mi parecer, no resulta sana en ningún escenario posible, ni productiva para el individuo.

Así, de tales experiencias he partido para, hoy, marcar un alto. Iniciar una cruzada personal en aras de la genialidad que siento dilapidada por la acción de mi propia mente y circunstancia. Por tanto me manifiesto firmemente sobre la base de los siguientes postulados.

 

  1. EL ser humano vive en constante conflicto entre la mente (administradora) y el espíritu creativo.

 

Poseemos la capacidad innata de crear. Generar nuevas ideas ante cualquier tipo de estímulo. Dicha capacidad no sólo se remite al resultado mental que procede a la sensación y la percepción, sino que abarca la habilidad individual de dar lecturas infinitas a un segmento de la realidad que la mente recibe como un paquete limitado de información.

Esta acción de ejercer segundas, terceras –y así al infinito—lecturas; de ver o prever sucesos y cosas que por definición NO están per se, es la acción genial de la creatividad coartando y, a la par, siendo coartada por la mente.

¿Por qué digo lo anterior?

 

  1. LA mente (administradora) fragmenta, cataloga y organiza estructuras lógicas causaefectuales.

 

Porque gracias a la acción sintetizadora de la mente, es que la riqueza sensorial del entorno se vuelve inteligible. Es gracias al uso de estructuras lógicas que encadena causas con efectos, que ahora puedo codificar en frases mi experiencia. Es basándose en la discriminación de dicha información, por orden de utilidad práctica, que se almacena, correlaciona e interactúa con nuestra visión de la realidad, la experiencia propia y, de ello, se tiene capacidad de decisión. No así, la creatividad pervive…

 

  1. EL espíritu creativo se expresa negando a la mente administradora y cometiendo actos irracionales.

 

La capacidad de decisión contiene también la posibilidad de negar todo el proceso; tras evaluar toda opción lógica posible, cada uno de los resultados emanados de la mente y, al final, dar rienda suelta a nuestros impulsos. Acto irracional todo ello, en tanto que obvia la razón y replantea la situación de las cosas, el espíritu creativo es el verdadero motor de nuestro ser. Al reconocer y seguir corazonadas, el ser humano se diferencia de las máquinas que él mismo ha creado.

Desde mi perspectiva, la mente y el espíritu conviven forzadamente, negándose una a la otra, pero al mismo tiempo propiciando el enriquecimiento de ambas. No se puede concebir tanto a la ciencia, como al sueño, sin tomar aceptar que en ambos intervienen tanto la mente como el espíritu. No obstante, cada una domina en determinados espacios de la existencia.

 

  1. EL espíritu domina el plano individual, mientras que la mente el colectivo.

 

La individualidad, en donde gobierna la esencia de cada cual, se ve influenciada de forma decisiva por los deseos e impulsos del espíritu. Es el lugar, por caracterizarlo de algún modo, en el que el ser humano se otorga el placer –o el sufrimiento—de existir tal cual es. Sentir y pensar su entorno bajo parámetros únicos y singulares, velados la mayoría ante el trato con el resto de sus semejantes.

Por otro lado, el continuo trato social, las convenciones que exige la gregariedad y la norma para la convivencia, señalan los lugares comunes en los que el individuo encaja, así como las expectativas que se tienen del mismo en función del grupo.

En mi experiencia, único parámetro a la mano hasta el momento—por desgracia—, he constatado la decantación de la esencia individual en aras de la colectividad. La homogeneidad que exige implícitamente la afiliación a un grupo social es responsable, en gran medida, de la pérdida o, al menos, de la adaptación de los procederes individuales con las pautas grupales. He aquí que la contradicción entre la mente administradora, que racionaliza el imperio de la colectividad, y el espíritu creativo, que impulsa el ser individual, llegan a su punto álgido.

 

  1. ATENDER a la creatividad dentro de la colectividad, es abrazar la locura.

 

El efecto de la mente administradora sobre la colectividad es más dramático que aquel que pudiera ejercer dentro del plano individual, ya que dicha experiencia implica el establecimiento de lazos homogéneos dentro del grupo. Si bien con esto se busca la consecución de un fin común, generalmente asociado a la convivencia armoniosa y el bienestar personal, basado en el bien común, también se coarta toda posibilidad de  violar la convención.

El conflicto mente-espíritu en el plano colectivo se agudiza al instante en que el individuo, siguiendo los dictados de su ser, se disgrega de las pautas aceptadas y crea desorden ante los ojos del resto de los afiliados. Tal actitud, sea por motivos clínicos, o por iniciativa, es comúnmente asociada al estado de locura. La locura, y su acepción política de rebeldía son, en función de la norma social, actitudes no sólo opuestas al grupo, sino peligrosas para quienes se rigen aún por los criterios aceptados por el mismo. Así, la expresión total de la individualidad, y de la experiencia creativa, serían actos que atentan al imperio de la mente, plasmado en las instituciones socializadoras.

 

  1. LA principal limitación de la creatividad está en las instituciones sociales.

 

La familia, la iglesia, la escuela, y la sociedad en general, al ser instituciones encargadas de congregar y normar la convivencia entre los individuos, si bien garantizan y fomentan las estructuras de vida colectiva, también los las responsables del endurecimiento de los parámetros de operación para quienes las conforman. No existe institución sin reglas, ni reglas sin coerción. El espíritu creativo se ve entonces reprimido, disminuido por la racionalización de la experiencia. La creatividad entonces queda velada por máscaras.

 

 

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